Por mucho que intenté tratar de reconocer a aquella ciudad
que un día fue la gran fortaleza de la democracia y la libertad española, no
consiguió distinguir ni un solo detalle. Lejos queda el “no pasarán” o aquel espíritu
de lucha que caracterizaba a nuestra capital. Hace ya tiempo que llevo analizando,
en mi subconsciente, cómo ha ocurrido todo.
Esa metamorfosis que ha hecho de
Madrid lo que es hoy en día. Evidentemente muchos de los progresos conseguidos
son beneficiosos para la población madrileña y española. Pero en pleno siglo
XXI sigo sin entender que Doña Esperanza Aguirre sea la elegida para representar
a la principal comunidad autonómica, por no hablar de la representante de la
ciudad en si.
El imperio Aguirre crece y crece sin que la población se
plante y le pare los pies. Nos ha privatizado el metro, el agua, los colegios,
los hospitales y hasta el aire que respiramos, y pese a diversas
manifestaciones, su camino sigue libre y sin brechas aparentes. Sin embargo la
última decisión tomada marca un punto de inflexión que no debe ser sobrepasado.
Eurovegas, la apuesta lúdica que se convertirá en el fuerte para el crecimiento
económico de la capital. Hay quienes defienden esta apuesta, movidos por la
absoluta desesperación que provoca el índice de paro actual.
Pero antes de
aferrarnos a un clavo ardiendo, deberíamos analizar lo que vulgarmente supone ‘una
bajada de pantalones ‘en toda regla. A cambio de miles de puestos de trabajo,
cederemos una parte de nuestro territorio y de nuestros derechos. Sin
impuestos, sin condiciones, sin leyes. La ley de la selva se impone en Madrid y
la población, al margen de algunas críticas descentralizadas, calla.
No reconozco esta actitud. No me enorgullezco de ser parte de esta ciudad.
Hace tiempo Madrid se hubiera levantado frente esta aberración. La sociedad
hubiera sumado fuerzas y causas para acabar con el verdadero problema que nos
acecha. Nada de manifestarse para salvaguardar la educación pública, la
sanidad, la vivienda digna o cualquier otro derecho primordial. Madrid debe
despertar y gritar bien alto a Esperanza que este recorte de dignidad y de libertades
por aquí ‘no pasará’.
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